Wednesday, March 16, 2016

El Caso Pascagoula: Cuarenta años atrás



Cuarenta años atrás: el caso Pascagoula
Por Scott Corrales
(c) 2012


No fue sino hasta 1975 que vine a tener conocimiento del famoso “caso Pascagoula” – el secuestro de dos pescadores, Calvin Parker y Charles Hickson, de un muelle en el transitado puerto de Pascagoula, Missouri, en el sur de los Estados Unidos y en aguas del Golfo de México. El furor nacional creado por el caso (y que introduciría a Carl Sagan a un público televisivo de millones) ya había mermado, pero había sucedido algo mejor: el matrimonio de Ralph y Judy Blum, periodistas ambos, había publicado su libro “Beyond Earth” que ampliaría todos los detalles del caso. Libro que aún ocupa un lugar de honor en mi biblioteca.

Desde hace varios años, Travis Walton, el protagonista de otro supuesto secuestro en las afueras de Snowflake, Arizona, viene dictando conferencias en todas partes del mundo, manteniendo vivo el recuerdo de su odisea. Pero el caso Pascagoula es uno de los más inquietantes, tal vez el hecho de que uno de los protagonistas se negó rotundamente a abordar su experiencia debido al traumatismo que experimentó después del evento, con secuelas que subsisten cuarenta años después.

Una noche tranquila en el sur de EE.UU.

El 11 de octubre de 1973, Hickson y Parker decidieron irse de pesca desde uno del muelle de uno del astillero Shaupeter, estructura abandonada a las orillas del río Pascagoula, cuando escucharon un zumbido inusual, y más porque era emitido por un objeto “con forma de pelota de fútbol americano” sin remaches y de más de quince metros de largo que pasaría a descender a varias docenas de metros de los atónitos espectadores sobre una masa de coches abandonados, equipo en desuso y escombros. Como si de una película de ciencia-ficción se tratara, una especie de portezuela se abrió en el objeto para permitir la salida de tres seres extraordinarios – y un tanto espeluznantes – que dirigieron hacia Hickson y Parker, flotando en el aire.

Hickson se había desempeñado como jefe de obras en el astillero Walker & Sons por más de un año antes de producirse el incidente. Tenía cuarenta y dos años al momento de producrise el encuentro con lo desconocido, y era considerado como un hombre digno de fiar y sumamente mesurado. Calvin Parker tenía apenas diecinueve años de edad y era hijo de unos amigos de familia de Hickson, quien le había conseguido empleo en el astillero.

Los seres, según la descripción ofrecida por los testigos, tenían piel gris y arrugada, patas como las de un elefante, brazos que acababan en pinzas y sin rostro aparente aparte de protuberancias que ocupaban el lugar donde se encontrarían las orejas y la nariz de un ser humano. Dos de estos seres se colocaron a cada lado de Hickson, tomándolo de los brazos e impartiéndole una sensación de electricidad que le hizo sentir una parálisis inmediata. Parker, incapaz de absorber la experiencia que estaba viviendo, se había desmayado, y el tercer personaje lo sostenía. En este momento, Charles Hickson no sabía si estos seres tenían pensado matarlos o llevárselos para siempre.

Bajo el poder de estos seres, los dos pescadores fueron trasladados al interior de la nave, donde fueron sometidos a una especie de examen físico realizado por un gran “ojo” que se desplazaba en el aire sobre su cuerpo, que flotaba en el aire. “No hay otra forma para describirlo”, aseveraría Hickson durante entrevistas posteriores. “Parecía un ojo. Un ojo muy grande, con una especie de conexión. Un ojo muy pero que muy grande. y recorrió muy cuerpo. Luego me dejaron ir”.

Hickson trató de pedirle a los seres que no se lo llevaran a otro planeta, pero no podía mover los labios. Dentro de poco, sintió que los seres lo transportaban al exterior de la nave. Una vez fuera, las criaturas lo soltaron y Hickson cayó de bruces, incapaz de hacer uso de sus piernas. En ese momento, sin embargo, pudo ver que el joven Calvin Parker ya estaba afuera, de pie pero con los brazos extendidos como un sonámbulo y en un estado de shock total.

El objeto comenzó a emitir el zumbido que había anunciado su llegada y a pesar de su mal estado, Charles Hickson alcanzó a ver que ahora emitía destellos azulados antes de desaparecer; también llegaría a escuchar una voz en su cabeza que le decía: “Somos apacibles. No era nuestra intención lastimarte”.

Profundamente afectados por la experiencia, Hickson (cuyas piernas le funcionaban a esta altura) y Parker lograron meterse en su coche, haciendo lo posible por calmar sus crispados nervios por casi una hora. Una botella de whisky que llevaban consigo les ayudó a calmarse mientras que pensaban en lo que iban a hacer – aunque valerse de este remedio les acarrearía más problemas a la postre.

Los pescadores decidieron salir del astillero abandonado y dirigirse al primer teléfono público que pudiesen hallar en la carretera. Insertando una moneda temblorosamente en la ranura, Hickson logro que la operadora le conectara con la base Kessler de la Fuerza Aérea, a sesenta kilómetros al oeste de Pascagoula. L declararon tajantemente que su rama del servicio militar no se dedicaba a los ovnis, y que lo correcto era llamar a la oficina del comisario local. Sin otro remedio, los pescadores fueron en persona a la oficina del comisario del condado de Jackson, trayendo consigo los bagres que habían sacado del río para constatar su experiencia.

El comisario Fred Diamond, detectando la presencia de alcohol en el aliento de los dos pescadores, no dudó a probarlos con el alcoholímetro, posteriormente dejándolos solos (con una grabadora encendida, a sabiendas de los testigos) para ver si se delataban. Pero al contrario de lo que se podría esperarse de unos confabulados, la grabación solo captó la desesperación de dos personas que habían tenido una experiencia totalmente desconocida. Una de las expresiones vertidas por Hickson y captadas por el magnetófono ha pasado a convertirse en un clásico de la ufología: “No nos van a creer. Lo creerán un día de estos. Tal vez sea demasiado tarde. Siempre pensé que había gente de otros mundos allá arriba. Siempre lo supe. Pero nunca pensé que me sucedería a mí...”

Por su parte, el nervioso Calvin Parker comparaba la forma en que se le habían congelado los brazos como “haber pisado una serpiente de cascabel”.

Se nos hace difícil imaginar la clase de noche que habrán pasado ambos hombres en sus respectivos hogares, pero el hecho es que se personaron a su trabajo en el Astillero Walker y no hablaron del asunto con nadie. Pero recibieron una llamada del comisario, conminándolos a ir enseguida la comisaría, que estaba abarrotada de reporteros que se habían enterado del asunto. El propietario del astillero les aconsejó conseguir un abogado, recomendando a su cuñado, el licenciado Joe Colingo. Ahora con representación legal, los pescadores pidieron al comisario Diamond dos cosas: que les sometiera al detector de mentiras y un análisis para comprobar que no habían absorbido cantidades excesivas de radiación durante el secuestro.

El abogado Colingo y uno de los alguaciles trasladaron a los protagonistas del secuestro a la base Kessler, donde médicos de la Fuerza Aérea les sometieron a un examen médico total para determinar si ambos habían sido irradiados. Aquí se produjo un detalle interesante: el funcionario de inteligencia militar se interesó en el caso y procedió a interrogarlos sin dar mucha importancia en los pormenores de la experiencia hasta que Hickson mencionó que los “ovninautas” tenían “manos como garras”. Esto hizo que el interrogador, y un coronel que estaba presente durante el proceso, intercambiaran miradas.

La realidad sencilla que hasta entonces habían conocido los dos pescadores de Mississippi había cambiado para siempre. Además de los cientos de periodistas que se dieron cita en Pascagoula, las grandes organizaciones ovnilógicas del momento comenzaron a darse cita en el pueblo. James Harder de la APRO y J. Allen Hynek tomaron cartas en el asunto, y el primero trató de hipnotizar a los testigos infructuosamente. Calvin Parker acabaría hospitalizado con una crisis nerviosa a raíz de la atención prestada al caso.

Octubre de 1973 – la oleada increíble

Las experiencias de Hickson y Parker no se produjeron en un vacío: 1973, conocido como el “año de los humanoides” alcanzó su momento de mayor intensidad en el mes de octubre de dicho año, con avistamientos y encuentros cercanos de todo tipo a lo ancho de los Estados Unidos.

El estado de Pennsylvania se llevaría la palma en octubre de 1973, con 103 informes de criaturas extrañas en todas partes del estado. Uno de estos casos sería presenciado por trece personas, incluyendo policías y los integrantes de una organización de estudio ovni. La sensación de pánico que se experimentaba en todas partes del país a raíz de la "invasión extraterrestre" tuvo su expresión más visible en la ciudad de Wheeling, Virginia Occidental, la noche del 17 de octubre: entre veinte y veinticinco objetos fueron vistos sobrevolando la ciudad, creando revuelo.

Según las estimaciones hechas por el Dr. J.Allen Hynek, una tercera parte de todos los avistamientos y encuentros producidos durante el "año del humanoide" tuvieron su origen en informes de los distintos departamentos de policía del país, aumentando la fiabilidad de los casos, dado que los comisarios y jefes de policía recelan incluir eventos OVNI o de alta extrañeza en sus bitácoras.

La policía de la ciudad de Chattanooga, Tennessee, tuvo su momento de gloria el 17 de octubre de 1973, cuando a las 19:00 horas el expedidor recibió una llamada de una mujer que había atestiguado el aterrizaje de un enorme ovni fusiforme en un paraje cercano a una escuela primaria. El sargento Lester Shell y el patrullero Harry Jarrett fueron enviados al lugar de los hechos con ordenes estrictas de evitar que el caso transcendiese a los medios. Los uniformados se encontraron con una luz potente que brillaba entre los árboles de la zona pantanosa; la configuración era efectivamente parecida a la de un cigarro puro y la luz tenía matices azulados. El objeto desconocido parecía estar suspendido a unos quince pies sobre el pantano. Cuando el sargento Shell decidió acercarse para investigar, el aparato ascendió verticalmente "como si me estuviese mirando" a una altura de noventa pies antes de salir disparado hacia el este con rumbo al aeropuerto de Chattanooga. El comisionado de la policía, Gene Roberts, acudió al pantano para buscar cualquier evidencia del intruso, pero sus técnicos sólo hallaron restos de papel y basura en lo alto de los árboles, sin explicarse cómo pudieron haber llegado hasta allí. Cabe agregar que el día 17 sería uno de los más intensos de la oleada del '73, puesto que más de cincuenta ciudades en Estados Unidos dieron parte sobre avistamientos de objetos extraños a baja altura o encuentros con seres no humanos.

El 19 de octubre, el investigador Charles Wilhelm acudió a Goshen, Ohio para visitar la granja de un individuo que deseaba identificarse exclusivamente como "Sam" para evitar ser juguete de los medios noticiosos que explotaban inmisericordemente la actividad OVNI sobre el estado de Ohio. A las 20:30 horas, una vecina de "Sam" le llamó por teléfono para informarle que una luz de gran brillantez había descendido en su granja. "Sam" salió de la casa, acompañado por sus dos perros cazamapaches ("coon dogs", en inglés) para investigar el suceso, pero descubrió que era necesario arrastrar a los canes hasta el lugar de marras, como si presintiesen la presencia de lo extraño y desearan evitarlo a toda costa. A trescientos pies de distancia, el granjero quedó sorprendido al ver que la luz era una nave extraña de 50 pies de diámetro y con una cubierta superior acampanada. Dos luces azules y blancas marcaban el exterior del aparato, que descansaba sobre lo que parecían ser zancos. Debajo del objeto, "Sam" llegó a ver tres figuras que parecían seres humanos en la penumbra. Una figura ascendió las escaleras para desaparecer en el interior de la nave mientras que los dos restantes permanecían en tierra.

Los perros cazamapaches ladraban descontroladamente, atrayendo la atención de los extraños. En cuestión de minutos, las dos figuras restantes habían subido la escalerilla y el objeto ascendió con lentitud, haciendo un ruido que "Sam" describiría como "el silbato de un tren" antes de realizar un repentino ascenso vertiginoso y desaparecer de vista completamente.

El 29 de octubre se produciría un caso recogido en los cuadernos de trabajo del fallecido Leonard Stringfield pero poco divulgado por los medios noticiosos. En el estado de Georgia, uno de los más afectados por la oleada del '73, un chico identificado sólo como "S.R." regresaba a su hogar después de haber vendido dulces para auspiciar una actividad escolar. Repentinamente, un OVNI "configurado como una lata de cerveza" apareció a 25 pies sobre la cabeza del sobresaltado estudiante sin hacer ruido alguno, manteniéndose suspendido en el aire por unos 20 segundos. Al llegar a la seguridad de su casa, "S.R." hizo lo posible por contar lo sucedido a sus padres, quienes le prestaron poca atención. Al dia siguiente, escribió una nota para sus padres, diciendo que le era necesario huir de la zona, ya que el OVNI le había infundido un temor pavoroso. Los guardias de seguridad del aeropuerto de Atlanta, Georgia, arrestaron al joven y lo llevaron a su casa, aún titiritando de miedo por el OVNI. Casi un año después, el investigador Stringfield descubrió que "S.R." había visto un rostro humanoide, arrugado, sin nariz y con una ranura por boca a través de una claraboya en el OVNI. La criatura le había dicho por vía telepática que no tuviese miedo y que se lo llevaría con él.

El 4 de octubre de 1973, el agente de seguros de vida Gary Chase irrumpió en el cuartel de policía de Anderson, California y se dirigió directamente al sargento de guardia. "Mire, no estoy borracho, no fumo marihuana y tengo algo increíble que contarle". Durante los siguientes veinte minutos, Gary Chase describió lo acaecido a las 6:40 p.m. ese mismo día mientras que dirigía su automóvil hacia Simi Valley, 40 millas al norte de Los Angeles. Al llegar a su salida de la autopista, Chase se fijó en un objeto alargado con forma de cigarro puro que tomó por un dirigible, pero que desapareció con una rapidez inusual. El agente de seguros siguió su camino, mirando por la ventanilla de vez en cuando para ver si el objeto reaparecía, pero sólo alcanzó a ver una pequeña tolvanera saliendo del lado de la carretera, proveniente de un desfiladero. Movido por la curiosidad, Chase decidió dar la vuelta y regresar al lugar para echar un vistazo.

En el fondo del desfiladero, a 100 pies de dónde se encontraba el agente de seguros, un aparato de forma elíptica se cernía y basculaba a uno diez pies sobre el terreno. El objeto parecía tener unos treinta pies de largo y más de setenta de largo, con un color difícil de describir, pero que Chase asemejó "al imprimante de la pintura automotriz. Un aparato con forma de tubo colgaba del fondo del objeto y conducía a un riachuelo.

Atónito, el agente de seguros vio como un "ser" salía del enorme aparato para cotejar el funcionamiento del tubo, o al menos eso parecía. El ovninauta parecía un hombre de dimensiones normales que llevaba un uniforme ceñido "parecido al traje de un buzo" y cuyas facciones no podían verse por el escudo facial de su uniforme.

El humanoide se percató de la presencia de Chase, mirando directamente hacia la orilla del desfiladero. Acto seguido, el ser volvió a internarse en la extraña nave, esta vez gateando hacia la parte posterior del aparato.

Chase afirma haber escuchado un zumbido bajo semejante a una vibración. Una sustancia nubosa comenzó a cubrir el objeto; aunque la neblina artificial no llegaba hasta dónde el agente de seguros, el olor dulzón y desagradable sí lo hizo. La extraña nube tomó 60 segundos en formarse y para cuando se disipó, la enorme nave había desaparecido por completo. Otro factor de alta extrañeza lo es el hecho de que en ningún momento se acercó otro automóvil por la carretera--nadie que sintiese curiosidad por lo que veía Chase.

Dos días después de que Chase contara su experiencia a la policía, una maestra jubilada y su hija (cuyos nombres jamás fueron dados a conocer) salían de la comunidad de El Centro en la tarde del 5 de octubre de 1973 en dirección a San Diego cuando vieron un autobús de pasajeros de la compañía Greyhound en la orilla del camino. Otros automóviles y furgonetas se hallaban detenidos por delante y detrás del autobús. Pensando que se trataba de un accidente de tránsito, la maestra detuvo la marcha antes de llegar a la altura de los demás vehículos.

Pero al acercarse, descubrió que no se trataba de ningún accidente: todos los pasajeros del autobús, el chofer, y los ocupantes de los demás coches, se habían detenido para presenciar las maniobras de un objeto discoidal rodeado de un vapor resplandeciente y delicado.

La maestra jubilada y su hija declararon a R. Michael Rasmussen, director adjunto de la desaparecida organización APRO, que el objeto se elevó a una altura de 1200 pies, dando una vuelta y volviendo a bajar, antes de desaparecer en cuestión de un instante. Lo único que quedó fue el vapor brillante -- ¿la misma sustancia que produjo la desaparición del enorme aparato visto por Gary Chase? Tal vez nunca se sepa.

Las secuelas del Caso Pascagoula

En enero de 1974, Charles Hickson sería uno de los invitados del presentador norteamericano Dick Cavett, formando parte de una mesa de discusión en la que aparecerían otros testigos e investigadores del fenómeno ovni: el capitán Larry Coyne, cuyo helicóptero se había visto afectado por la presencia de un aparato desconocido en el estado de Ohio; el doctor Hynek; John Spencer, autor de libros sobre el triángulo de las Bermudas; el astronauta James McDivitt, y un joven astrónomo que había participado en las vistas congresionales sobre ovnis en 1968 – Carl Sagan.

Cavett comenzó su programa con una exposición del fenómeno ovni y la actividad que tomaba lugar en EE.UU. en aquel momento, mostrando fotos de ovnis (consideradas fiables en aquel momento) entre ellas la del platillo de San José de Valderas. Pero lo más importante fue la lectura hecha de la fe notarial del examen poligráfico realizado a los testigos del caso Pascagoula: “Tengo algo que me gustaría leerles”, dijo el presentador a su público de dos millones de televidentes. “En mis manos tengo una copia de termofacsímil de una prueba de detector de mentira: “Se certifica que el infrascrito, Scott Glasgow, operador de polígrafos de la agencia de detectives Pendelton de Nueva Orleans, Luisiana, a petición de Joe R. Colingo, abogado de Pascagoula, Mississippi, y la oficina del comisario del condado de Jackson, realizó una examinación poligráfica de Charles Hickson sobre la veracidad de su declaración de haber visto una nave espacial, tres criaturas provenientes del espacio, y de haber sido llevado al interior de una nave el 11 de octubre de 1973. Opino que Charles Hickson ha dicho la verdad cuando declaró que: (1) creyó haber visto una nave espacial; (2) creyó haber sido llevado al interior de una nave espacial, y (3) creyó haber visto tres criaturas del espacio exterior”.

El abogado Colingo comentaría en privado al escritor Ralph Blum que las pruebas poligráficas a menudo no toman más de veinte minutos, pero que el análisis impartido por Glasgow a Charles Hickson había tomado horas. Glasgow, a su vez, le dijo a Colingo: “Me temo que este sujeto nos está diciendo la verdad”.

Uno de los momentos impactantes del programa fue la declaración de Hickson sobre la ausencia de Calvin Parker. Al preguntarle el presentador por la salud de Parker, Hickson repuso: “No anda muy bien. Tuvo una crisis nerviosa y está internado en el hospital de Laurel. Iré a verlo tan pronto como regrese a casa”.

Carl Sagan abordó la imposibilidad del contacto con extraterrestres – salvo mediante comunicaciones radiotelescópicas – dadas las distancias que nos separaban de otros posibles mundos habitados. Esto le llevó a un enfrentamiento legendario con el astronauta James McDivitt, quien había visto y fotografiado objetos anómalos durante una misión del programa Géminis de la NASA. El astronauta arremetió contra Sagan, diciendo: “Usted trata de complicar la cuestión desde la perspectiva científica, y yo sería el último en argumentar contra la perspectiva científica, pero creo que las experiencias personales que han vivido estas personas no pueden descartarse. Usted sabe que yo tengo alguna experiencia con las señales de radio, y cuando recibimos señales de radio del espacio, ¿cómo sabemos que la señal no proviene del interior de su sistema en vez de alguien que le habla desde el espacio? La respuesta más sencilla es que el Sr. Hickson ha hablado con ellos en directo”.

La notoriedad del caso Pascagoula comenzó a desvanecerse poco después. Hickson regresó a Gautier, Mississippi, su pueblo natal, y habiendo ido de cacería, recibió un mensaje telepático de origen de lo que pensó pudo haber sido el misterioso objeto del 11 de octubre: “No queremos hacerte daño. No queremos hacerle daño a nadie. Tú lo has soportado. Tus has sido elegido. No debes temer. Nos comunicaremos nuevamente”.

El 12 de mayo de 1974, y en la compañía de su esposa e hijos, Hickson regresaba a su hogar de haber visitado a unos amigos, y todos pudieron ver el ovni a una distancia de 200 yardas. Kenny Gurley, uno de los yernos de Hickson, afirmó que el objeto era grande y ovalado, con ventanillas que proyectaban una luz blanca. Hickson quería bajarse del automóvil para tener otro encuentro con las criaturas desconocidas, pero su esposa comenzó a llorar, presa del histerismo, y su hija le suplicó que no le causara más angustia a la familia. La familia se alejó del lugar a 145 kilómetros por hora.

Se desconoce si el protagonista del caso volvió a tener otro encuentro con los seres no humanos; Calvin Parker tardó años en recuperarse de la crisis nerviosa, mudándose de Pascagoula para siempre y rehusando todo contacto con la comunidad ovni y la prensa.

Las palabras más sabias sobre todo el evento, retrospectivamente, fueron las pronunciadas por J. Allen Hynek al finalizar el programa de Dick Cavett: “Si [estos seres] efectivamente son inteligentes, entonces saben algo del mundo físico que nos son desconocidas, y también saben algo sobre el mundo psíquico que nos son desconocidas – y se valen de todas”.

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