Friday, January 08, 2016

B. Ann Slate: Los Humanoides



Los Humanoides
Por B. Ann Slate
Revista Saga UFO Report (Enero 1979)
Traducción para Arcana Mundi por Scott Corrales

Los psíquicos han venido prediciendo la anticipada confrontación con los extraterrestres, pero al igual que sucede con la profecías sobre el “fin del mundo”, el magno evento nunca llega a cumplirse en el momento indicado. La razón es sencilla: los extraterrestres ya están aquí, desenvolviéndose entre nosotros sin que nos demos cuenta de ello.

Recibí una llamada telefónica una calurosa tarde de verano en 1975. Me llamaban dos mujeres, ambas de treinta años de edad, hablando sin rodeos y con un mensaje muy inusual que deseaban compartir conmigo. Ambas tenían PES desde la infancia, con el don de leer la mente de otro si deseaban sintonizarse. Eran las 9:00 p.m. cuando se dirigían hacia un centro comercial en Corona, California, y un automóvil que pasaba les llamó la atención. No había nada raro con el coche en sí, que era un Oldsmobile de carrocería azul y techo blanco. Tres hombres iban en la parte delantera y tres mujeres detrás.

Una de las mujeres me explicaba: “Cuando captas los pensamientos del humano medio, es lo de siempre, como la lista de las compras, preocupaciones sobre el trabajo o sobre un pariente enfermo, cosas por el estilo. Pero la gente en este vehículo tenía la mente en blanco, salvo por uno, que se preguntaba si las tablillas falsas estaban torcidas!”

Las dos clarividentes, aunque perplejas, tuvieron suficiente lucidez como para anotar el número de la tablilla del auto, y prosiguieron sus compras en el centro comercial, hasta que poco después sintieron alarmas en sus cabezas. Una chica de cinco pies y seis pulgadas de alto, en minifalda, caminaba hacia ellas. No había nada que la distinguiera de los otros patronos en ese momento. La rubia con pelo hasta los hombros les paso de largo, dirigiéndose hacia el mismo Oldsmobile que habían visto antes, que ahora estaba detenido en el estacionamiento del centro comercial. “¡Ella estaba comparando mentalmente el centro comercial con otro en su propio planeta!” exclamó una de las clarividentes.

Revisando las tablillas con el Departamento de Vehículos de Motor, resultó ser que pertenecían a Don y Edna Roberts de Kerman, California. Estos me informaron que aunque el número era correcto, su vehículo era un Ford verde del 1968, que seguía en su poder y que no se utilizaba para nada salvo compras locales en cualquier momento. La distancia que separa a Kerman y Corona es de casi 250 millas, una distancia que difícilmente puede considerarse como “local”.

Aunque no hay forma de comprobar lo anterior, suscita muchas preguntas de ser cierto. Si efectivamente hay alienígenas que se desplazan de un lado a otro en nuestras ciudades, ¿son lo suficientemente humanos como para pasar desapercibidos? ¿Dónde obtuvieron la ropa, vehículos, dinero y otros objetos de nuestra forma de vida? Más importante aún, ¿cuál era su propósito?
La investigación comenzó con indagaciones realizadas a uno de los más prestigiosos ovnílogos-historiadores en el país, Lou Farish del estado de Arkansas. De existir cualquier referencia a alienígenas y automóviles, Farish las tendría - ¡y efectivamente las tuvo!

Del boletín S.P.A.C.E #52, abril de 1961, editado por Norbert Gariety de Coral Gables, Florida proviene lo siguiente: “La zona involucrada está al sur de la carretera US 1 en South Miami. El avistamiento tomo lugar en un sembradío de tomates de siete acres de extensión, limitado al oeste por un campo de golf, al sur y al este por una arboleda de pinos de la Florida, y al norte por una calle de casas recién construidas. El testigo vive en una de las casas en esta calle. A las 10:15 p.m. el 6 de marzo de 1961, este hombre dijo haber visto un gran objeto con forma de dirigible cerniéndose a 100 pies sobre el campo de tomates. Este objeto, afirmó, era más grande que cualquier dirigible conocido, y durante su servicio militar, había visto unos muy grandes en la U.S. Navy. Mientras que miraba, se abrió una puerta en el centro del a nave y salieron tres objetos más pequeños que se perdieron en el cielo nocturno. La abertura era lo suficientemente grande como para dar cabida a una casa, según el testigo. A continuación, manifestó que tres automóviles fueron bajados a tierra junto con una cápsula oblonga. De esta cápsula salieron personas que entraron en los vehículos, que se desplazaron sobre el campo de tomates hacia la calle y de ahí a la U.S. 1. La cápsula volvió al interior del objeto, que ascendió hasta desaparecer. Una vez que los vehículos salieron del sembradío, el hombre llamó a su mujer para que fuese testigo del evento, y llegó a tiempo para ver la partida del objeto. Dieron parte a la policía, quienes vinieron al día siguiente y descubrieron los rastros en el sembradío que llevaban hasta la calle…”

Según el matemático y físico James M. Campbell en su libro Ufology, estas intrusiones inadvertidas en nuestra sociedad son muy posibles. “Se sospecha que entidades OVNI de estatura promedio tendrían poca dificultad en infiltrar nuestra sociedad. Obviamente son capaces de respirar nuestra atmósfera y no puede distinguírseles por su aspecto. Por supuesto, les convendría hablar el idioma apropiado con soltura y requerirían vestimenta ordinaria. Durante una misión bien planificada, uno o varios de ellos podrían aterrizar en la noche, no muy lejos de una zona poblada, caminar hacia el pueblo y mezclarse con los transeúntes. Con los fondos adecuados, serian capaces de establecer domicilios, ocupar trabajos y convertirse en elementos indiferenciados de la sociedad”.
McCampbell realizó un estudio sobre los hallazgos computarizados del doctor Jacques Vallée, determinando que de un grupo de avistamientos cercanos de ovninautas, cuyos tipos físicos incluían monstruos, enanos, gigantes y normales, 85 de 217 casos involucraban “normales”.



McCampbell, reconocido en las publicaciones American Men of Science, Who’s Who in Atoms, y elegido al cargo de director de la Northern California Nuclear Society, correlacionó las descripciones más comunes de estos “normales”: el cabello era típicamente largo y rubio, la frente alta, descritos como apuestos o juveniles por los testigos, y mayormente caucasianos con tonos de piel variables, dependiendo quizás del grado de bronceado.

La probabilidad del infiltramiento alienígena es una cosa - ¡la actualidad es otra!

En septiembre de 1969, durante el transcurso de sus deberes como guardabosques en el desierto del sur de california a unas 100 millas al este de San Diego, Wesley Van Horn se encontró con un grupo de quince personas sumamente nerviosas. Habían caminado desde sus respectivos campamentos en el parque nacional, dirigiéndose a una tienda cercana, cuando repentinamente uno del grupo noto un objeto redondo y grande descendiendo del cielo, cerniéndose antes de aterrizar a una milla de distancia en un desfiladero. El grupo de personas de edad mayor, normalmente sosegada, hacía gestos alocados y derrochando emoción cuando Van Horn pasó a su lado durante una inspección rutinaria del parque.

El guardabosques se detuvo y también llegó a ver el objeto silencioso y brillante desde la perspectiva desde una pequeña loma. No daba crédito a sus ojos. “Tal vez solo se trata de la luz solar reflejándose en una roca,” sugirió, pero los integrantes del grupo rechazaron la posibidad. Habían presenciado su descenso y aterrizaje.

“¿Será algún nuevo prototipo de avión que se ha estrellado?” preguntó otro de los testigos, pero su teoría tuvo tan poca aceptación como la de Van Horn. El OVNI había aterrizado de manera uniforme y silenciosa en la agreste ladera de la montaña.

Como anochecía, Van Horn regresó a la estación de guardabosques por unos prismáticos, pero ya era tarde. El sol se había ocultado tras las montañas y el desfiladero estaba en penumbras. El aeropuerto cercano informó que no había ningún avión perdido ni en apuros en esa vecindad.

Varios elementos de los guardabosques, incluyendo el guardabosques en jefe, habían presenciado el aterrizaje del extraño objeto en el desierto, pero la publicidad que resultó de todo esto causó problemas para todos los testigos. Van Horn decidió no mencionar el incidente a su superior, sobre todo porque era nuevo en el trabajo.

Al día siguiente, Van Horn condujo hasta la misma loma, barriendo el desfiladero con sus prismáticos, esperando hallar alguna explicación sencilla para el fenómeno que había presenciado la noche anterior. Si había algo ahí, estaba oculto por las piedras protuberantes. Mientras que entrecerraba los ojos para ver mejor, un Cadillac flamante se le acercó, y de su interior salió un hombre, preguntando dónde podía localizar al guardabosques en jefe. El hombre explicó que realizaba investigaciones para un grupo OVNI y estaba interesado el avistamiento del jefe dos años antes. Van Horn le contestó que el jefe no estaría de turno por varias horas, pero que estaba en plena libertad de estacionarse cerca de la oficina y esperar a que llegara.

Algún tiempo después, una vez concluidas sus tareas rutinarias, el guardabosques Van Horn volvió a la estación y trabó una charla con el investigador OVNI. “Me contó una historia que aún no sé cómo procesar,” escribió el guardabosques. “Escribo esto principalmente para ceñirme a los hechos, así que con el paso del tiempo, no se me olvide exactamente cómo fue todo. El visitante afirmó que algunos años antes, había realizado prospección en una zona desolada del desierto no muy lejos de donde nos encontrábamos. Le dio vuelta a una colina y al otro lado pudo ver una gran nave espacial en la distancia. Llegó a ver lo que parecían ser personas caminando alrededor de esta nave y varias enormes máquinas. Algunas máquinas parecían estar excavando mientras que otras movían rocas y tierra. Mientras que miraba esto, varias limusinas quedaron al descubierto, procedentes de una cueva o bóveda subterránea. El hombre manifestó estar sorprendido por todo esto y no creía lo que estaba viendo. Me preguntó por mi opinión al respecto y si le creía. Le contesté que era un relato sumamente extraño que resultaría difícil de creer. Recuerdo haberle dicho que nunca pensé mucho sobre los platillos voladores ni los visitantes de otros mundos. Tuve la impresión de que no mentía, pero por supuesto, existía la posibilidad de que fuese un enajenado mental, o engañado en alguna forma”.

“El forastero prosiguió su relato sobre la actividad en torno al OVNI y la maquinaria de excavación que sacaba las limusinas enterradas, cuando los humanoides le descubrieron. Pasó a contar la sorpresa que le causó el gran parecido que tienen con los humanos. La única diferencia consiste en una frente amplia que posiblemente indica una capacidad craneana mucho mayor. Debido a esta característica, los alienígenas utilizan sombreros tipo cowboy durante sus visitas a este planeta”.

El guardabosques Van Horn agrega: “Le juro que estar sentado en la limusina de aquel hombre, escuchando su relato detenidamente, tratando de encontrar algún cabo suelto o adivinar el motivo por el que deseaba contarla, en ningún momento se me ocurrió pensar el motivo por el que llevaba un sombrero cowboy, y que bien pudiese ser uno de los seres que me describía. En retrospectiva, esto me parece un tanto torpe, puesto que la única vez en mi vida que he ido a buscar una nave no identificada coincide con la llegada de este hombre, ¡para contarme semejante historia!”
Pero el relato del forastero no acababa ahí. Le dijo a los atónitos guardabosques que los ancestros de los alienígenas habían vivido en la tierra hace mucho tiempo, con una civilización muy adelantada. Con el desarrollo de los viajes especiales, y debido al aumento en las disputas nacionales y la amenaza de guerra, un grupo de científicos y otros abandonaron en planeta cuando resultaba claro que los problemas eran demasiado abrumadores para resolver y la destrucción masiva era inevitable. Me dijo que visitantes de esta civilización avanzada siguen visitando la Tierra, y que estaban especialmente interesados en el sur de California. Mencionó que nunca se implicarían en nuestros asuntos, y que se limitaban a ser observadores, interesándose de lejos como si aún hubiese algo de nuestra cultura que pudiese interesarles. Llegado este punto en nuestra charla, recordé que aún tenía deberes que realizar en el parque. Cuando volví minutos después, el hombre y su vehículo habían desaparecido”.

A Howard Menger, un renombrado contactado de los ’50, se le dijo que algunos de sus contactos eran visitantes de distintos mundos que venían a buscar los restos de su propia gente que aún vivía en la Tierra – descendientes de una antigua raza no originaria de este mundo. Se le dijo a Menger: “Muchos de los nuestros aún viven entre ustedes. Son de todas las condiciones sociales – trabajan en fábricas, oficinas, bancos, algunos tienen puestos de importancia en las comunidades, en el gobierno. Pueden ser sirvientas o barrenderos”.

Para Larry Foreman de Los Angeles, su primer contacto con los humanoides comenzó en marzo de 1959 con la sensación sobrecogedora de alguien le miraba. Sintió el deseo repentino e inexplicable de salir al desierto a realizar prospección. Luego, en su campamento, mientras que cocinaba algo de cenar, Foreman recibió la visita de un hombre de cinco pies y nueve pulgadas de alto, peso de 160 libras, y tez clara. “Llevaba puesto un tipo de traje que nunca había visto antes,” dijo Foreman, “pero la gente en el desierto suele vestirse de forma estrafalaria”.

Esto dio lugar a una larga asociación con “Bill” y sus amigos en puntos de reunión seleccionados de antemano en los desiertos del sureste de EE.UU. por espacio de nueve años, durante los cuales Foreman fue sutilmente guiado a lo largo de nuevas formas de pensar por su nuevo amigo, quien eventualmente le explicó que no provenía de este mundo. En su libro Passport To Eternity, Foreman describe estas reuniones de forma sencilla y creíble. Un libro salpicado de humor, con descripciones de la comida exótica de sus amigos, así como sus reservas mentales sobre “Bill” al comienzo.
“¿Era un ermitaño con muchas patrañas que contar o un científico chiflado? ¿Me había encontrado con algo en el desierto que debería haber evitado…un bromista que trabajaba en algún proyecto para las fuerzas armadas?”

En 1976 una mujer en Luisiana notó una enorme nube que flotaba sobre Belle Chasse Road, cerca de su hogar. Al conducir su coche bajo dicha nube, consiguió ver el centro de un gigantesco OVNI de tres plantas de altura, con hileras de luces redondeadas y policromáticas en cada nivel. La neblina oscurecía los detalles de la nave en cada extremo. Llegando a su casa, un pequeño auto rojo paso por su casa, prosiguiendo a una vereda que termina en un canal de desagüe. Los pasajeros eran dos hombres, sentados tiesamente en el asiento delantero y con bombines sobre sus cabezas. No hablaban, sino que miraban directamente hacia adelante. La testigo tuvo la impresión de que se trataba de alienígenas o posiblemente robots.

En Arizona, un hombre de ojos amarillentos/anaranjados y sin pupilas, y con piel casi traslucida, se internó en una tienda de pieles. No había cabello visible debajo del sombrero que llevaba puesto, y el propietario del establecimiento quedó plenamente bajo el control de este ser. El humanoide le tocó la mejilla con una uña larga, recibiendo la siguiente telecomunicación mental: “La marca lo dirá”.

La infiltración prosigue. Ciertas personas han tenido el valor de decir presente y testificar sobre su contacto con estos “normales”. Sin duda existen cientos de casos; tal vez miles.
Mientras que las palabras de nuestros visitantes interplanetarios son beatificas y llenas de magnificas promesas sobre nuestro futuro, no podemos de dejar de reflejar sobre nuestro pasado y nuestro impulso por adquirir nuevas tierras. ¿Estará alguien contemplando nuestro mundo con la misma codicia que Colón antes de pisar el nuevo mundo? Pensemos en James Cook, descubridor de Nueva Caledonia, cuya tripulación se mezcló con la población nativa de los mares del sur, justo antes de que llegasen los misioneros para cambiarlo todo…

0 Comments:

Post a Comment

<< Home