Sunday, February 12, 2012

Los soldados hablan: OVNIS en el campo de batalla















Los soldados hablan: OVNIS en el campo de batalla
Por Scott Corrales

[Este trabajo apareció originalmente en la revista digital Foros del Misterio de febrero de 2012]

La guerra de Corea (1950-1952) es uno de esos conflictos olvidados por el público en general. De no haber sido por series melodramáticas como M*A*S*H en la televisión norteamericana durante la década de los ’70, los recuerdos de aquel conflicto en el noreste de Asia estarían confinados a las amargas narraciones de los veteranos que aún sobreviven.

Y de este conflicto olvidado también surgen casos de eventos inexplicables que no figuran en los libros de ufología que se han venido circulando desde entonces. Pero la historia con “h” pequeña no se deja vencer, y estas anécdotas de lo desconocido han logrado salir a la luz.

En la primavera de 1951, tropas de la 25ta división, 27mo regimiento, 2do batallón del ejército estadounidense preparaban un bombardeo de artillería contra las posiciones norcoreanas en las frías y agrestes montañas de esa península asiática, en el paraje conocido como “el triángulo de hierro” de Chorwon. Las piezas de artillería abrieron fuego, y los observadores en los puestos avanzados notaron algo sumamente inesperado: una bola anaranjada, descrita por los soldados como parecida a un “jack o’lantern” (una de las calabazas esculpidas asociadas con la celebración de Halloween) comenzó a bajar desde el alto de los cerros. El objeto se colocaba con impunidad entre las salvas, como si estuviese desafiando la furia de los obuses, o tal vez estudiando la magnitud del daño que le pudiesen causar.

Los oficiales permitieron que la situación transcurriese por espacio de cuarenta y cinco minutos – tal vez mientras buscaban algún superior que les indicase el procedimiento a seguir – cuando el “jack o’lantern” cambió de color a un verde azulado intenso, desplazándose hacia la caseta de mando de los artilleros. En ese momento, el comandante mandó a un soldado a disparar una sola bala de perforación de blindaje contra el intruso...

Las novelas de ciencia-ficción siempre se valen de un argumento parecido para desatar una guerra interplanetaria, o al menos un pretexto para que los extraterrestres puedan invadir nuestro mundo, pero esto fue lo que sucedió en la vida real: el objeto acusó el disparo, iniciando un movimiento errático sobre las posiciones estadounidenses, apagándose y encendiéndose de nuevo, tambaleándose como si estuviese a punto de chocar. Pero el “jack o’lantern” pareció recuperarse, o cobrar fuerzas de algún depósito energético desconocido. Comenzó a emitir un sonido que un testigo describiría como parecido al de una locomotora diesel que revoluciona sus motores.

Luego sucedió lo inesperado – un haz de luz pulsante salió del objeto, visible sólo cuando apuntaba directamente a sus objetivos, dispersándose como un abanico sobre las tropas. “Era como un reflector que barría la superficie, y sólo podíamos ver los segmentos de luz que venían hacia nosotros. Sentían hacia nosotros. Sentíamos una sensación ardiente y picante en todo el cuerpo, como si algo nos estuviese penetrando”.

Los soldados abrieron fuego a discreción, pero nada parecía afectar al objeto, como si el blanco inicial hubiese recrudecido su sistema defensivo. Podía escucharse el sonido de balas haciendo impacto contra algo metálico – cartuchos de rifles Garand M-1 y ametralladoras Thompson – en la oscuridad de la noche coreana.

“El teniente Evans dio la orden de cobijarnos en nuestros refugios. No sabíamos lo que sucedería después. Estábamos asustados, y estos refugios tenían mirillas a través de las que podíamos ver para disparar. Yo estaba en uno de ellos con otro soldado, contemplando esa cosa por la mirilla. Estuvo cerniéndose sobre nosotros por algún rato, barriéndonos con aquella luz, y luego saliendo disparada en un ángulo de cuarenta y cinco grados, perdiéndose en la oscuridad. Se fue. Así de rápido.”
Los soldados no pudieron conciliar el sueño esa noche, y sus superiores mucho menos. Pero lo peor estaba por venir.

A los tres días, el batallón entero comenzaba a padecer síntomas de disentería, mostrándose demasiado débiles para caminar, mucho menos realizar operaciones militares. El alto mando acabó por evacuarlos a todos por carretera, y los médicos se sorprendieron ante la cuenta elevada de glóbulos blancos en cada uno de los soldados, algo que resultaba inexplicable.

“Ahora, déjame explicarte esto. En el ejército, sobre todo a nivel de batallón, se presentan informes diarios de actividades. Los oficiales se reunieron para discutir el asunto, porque ¿qué iban a decir sobre este asunto? ¿Resultaba preferible omitir el evento de las crónicas oficiales? En aquella época no se sabía de ovnis. No sabíamos lo que era eso, y aún no lo se. Pero sí te digo que desde aquél entonces he sufrido pérdida de la memoria, desorientación, y bajé de peso de ciento ochenta a ciento treinta y ocho libras, al regresar a los Estados Unidos. De hecho, tuve que jubilarme por discapacidad”.

Esta extraordinario relato fue el producto de un despliegue de información y concientización sobre el tema ovni realizado por el investigador John Timmerman, recorriendo los EE.UU. y Canadá, yendo de un centro comercial a otro, recabando testimonios inéditos de testigos y víctimas de la actividad de fenómenos desconocidos. La narración de Francis P. Wall –
veterano del conflicto coreano – y cientos de otros – figura en el libro Grassroots UFOs: Case Reports from the Center for UFO Studies recopilado por Michael D. Swords de dicha organización investigativa (CUFOS). Jacques Vallée también hace referencia a este caso a grandes rasgos en su obra Confrontations.

Si este fuese el único testimonio, sería perfectamente factible descartarlo como un engaño, recuerdo falso, o amalgama de realidad y ficción por parte del interlocutor anónimo de Timmermann. Pero muchos militares se enfrentaron a lo desconocido en la península coreana a comienzos de los años ’50.

La región del “triángulo de hierro” de Chorwon parecía tener un atractivo especial para los no identificados. En 31 de mayo de 1952, soldados estadounidenses afirmaron ver una “estrella fugaz que caía desde lo alto antes de ascender nuevamente en un ángulo de cuarenta y cinco grados”. Según los soldados el objeto se desplazaba hacia el noreste a ciento cincuenta millas por hora, emitiendo un sonido pulsante. Posteriormente, un informe de la inteligencia de aviación (Air Intelligence) declararía que un interceptor F-94 hizo lo posible por interceptar al “intruso”, describiéndolo como “redondo, de dimensiones desconocidas, color blanco brillante, y sin señales de tener un escape”. A diferencia del objeto que atacó a los soldados un año antes, este tomó medidas para evadir al F-94, esquivándolo a treinta mil pies de altura. “El objeto”, manifiesta el informe, “tenía una velocidad, capacidad de ascenso y viraje tan buena como la del F-94”. La persecución del interceptor estadounidense hubiese proseguido, pero el objeto aumentó su velocidad a 450 nudos por hora.

Richard F. Haines, afamado experto de la aeronáutica relacionada al fenómeno ovni, presenta otro caso relacionado con la presencia de objetos desconocidos en el teatro de guerra: precisamente en 1952, el alto mando de la USAF en Japón informaba que uno de los pilotos del 18vo Grupo de Cazabombarderos había avistado un objeto “negro, con forma de moneda, siete veces más ancho que su grosor, diámetro estimado de 15-20 pies” realizando una maniobra de descenso clasificada como “irregular”. El intruso se acercó al avión militar antes de desaparecer en el interior de una nube. No se emitió ninguna orden para perseguirlo.

Los informes de la inteligencia aérea nos permiten ver que el misterio de los “intrusos” en el teatro de operaciones representaba un verdadero desafío para la USAF. De uno de estos casos conservamos hasta el nombre del piloto al mando de uno de los vuelos de inspección: El teniente McCarthy del 25to Escuadrón de Interceptores, veterano de veintisiete misiones de combate. Durante uno de estos vuelos, McCarthy y su piloto de apoyo (otro militar con un número de vuelos de combate aún más impresionante) detectaron la presencia de un objeto ovalado y plateado que volaba por debajo de sus flamantes F-86E a una altura aproximada de diez mil pies y a una distancia de 20 millas.

La presencia de los no identificados tampoco estaba circunscrita a la tierra y los aires. Las fuerzas navales estadounidenses en la zona también tuvieron encuentros con lo desconocido: en 1951, una escuadra naval de catorce buques de guerra – incluyendo un portaaviones – navegaba el mar de Japón bajo un cielo tormentoso cuando un “contacto extraño” apareció repentinamente en los radares. Por las señas, se trataba de un objeto de dimensiones superiores a la del portaaviones, que merodeaba la escuadra. El comandante no dudó en lanzar sus interceptores, que penetraron las densas nubes en busca de lo que suponían era alguna especie de “superbombardero” soviético vigilando las actividades estadounidenses. Sus pesquisas – a pesar del entrenamiento y la superioridad de sus instrumentos, aún para la época – no permitieron a los pilotos navales dar con el contacto, que permanecía oculto en las nubes.

Los oficiales de la armada, radaristas y técnicos comenzaron a pensar que tal vez no era un artefacto, sino una especie de vigilancia a distancia que había desarrollado los rusos, tal vez valiéndose de algún secreto rescatado de la Alemania nazi. Pasaban las horas y los interceptores regresaban al portaaviones con escaso combustible tras búsquedas infructuosas. Los radares de las catorce embarcaciones confirmaron que en cierto momento – cuando los interceptores casi llegaban a dar con su objetivo – el desconocido aceleraba a velocidades prodigiosas, interponiendo doscientas millas de distancia. El caso fue dado a conocer en su momento a desaparecida organización NICAP, y publicado por el mayor Donald Keyhoe en su libro Flying Saucers: Top Secret.

Los objetos voladores no identificados – sea cual sea su procedencia – mantuvieron su afinidad por la península coreana después del armisticio. En 1962, la revista japonesa Cosmos publicó fotos de un enjambre de luces extrañas en los cielos sobre la ciudad de Pusan. Estas luces no fueron inmunes al rastreo por los radares militares, y en 1970, la prensa coreana se interesó por la minioleada ovni que tomó lugar sobre Seúl, capital de la república surcoreana, y que supuestamente también se extendió al norte comunista. El general John Michaelis, encargado de la misión de paz de la ONU en aquel momento, echó por tierra cualquier discusión sobre máquinas extraterrestres, agregando, sin embargo, “no descarto la posibilidad de que exista algo que no entendemos; algo que merece investigación adicional”. (Declaraciones al rotativo Kyungyang Daily News).

El 11 de marzo de 1974, un sargento de la fuerza aérea de Corea del Sur tuvo un encuentro cercano con un “objeto” que se cernía sobre uno de los edificios de reparación de vehículos en Yongdongpo. A las 0123 horas, el militar llegó a ver claramente un objeto redondo y de color anaranjado turbio, flotando sobre una larga hilera de jeeps militares. Pudo determinar posteriormente que el intruso flotaba a unos cien pies sobre la tierra, y que sus dimensiones eran equiparables con las de un camión. El objeto se elevó hasta desaparecer, pero no antes de ser rastreado por el radar de la base aérea de Kimpo.

Una década después

El conflicto de Corea acabaría con un armisticio y una zona desmilitarizada entre las repúblicas rivales del norte y el sur, ambas considerándose como “la verdadera Corea”. Más de un cuarto de millón de tropas permanecería en esa península para garantizar la seguridad de la zona desmilitarizada, pero la atención de los políticos – y la consigna de “detener el avance del comunismo” – envolverían a los EE.UU. en otro conflicto asiático, esta vez en Vietnam, donde los OVNIS también harían sentir su presencia.

Uno de los casos más significativos de este conflicto lo fue el célebre incidente de Nha Trang – una base militar perteneciente a la Republica de Vietnam del Sur, anidada en un valle montañoso y amparando arsenales militares, depósitos de combustible y una pista de aterrizaje. En 1966, más de cuarenta mil soldados survietnamitas defendían la base, con la ayuda de varios miles de “asesores” estadounidenses.

Según testigos que proporcionaron constancia de los hechos al investigador Robert Fowler, un total de ocho niveladoras se encontraban maniobrando de noche alrededor de una colina denominada “del Halcón” (Hawk Hill) a menos de media milla del campamento norteamericano dentro de la base. Aviones de turbohélice Sky Raider se encontraban listos para despegar en el aeródromo, y un buque cisterna de la empresa Shell permanecía anclado en la dársena de Nha Trang. Varios soldados de distintos rangos habían quedado en reunirse para ver una película al aire libre, parte del entretenimiento normal de las tropas.

Según la información suministrada a Fowler, los soldados que asistían a la película vieron que el cielo al norte de la base se iluminó repentinamente, como si una gran bengala se hubiese disparado sobre las montañas. La luz se movía inexorablemente desde los montes circundantes hacia la base, deteniéndose a quinientos pies sobre los soldados y alumbrando los alrededores como si fuese de día. El objeto realizó un ascenso vertical vertiginoso, desapareciendo en cuestión de segundos y sumiendo a Nha Trang en una oscuridad absoluta. Los generadores de la base dejaron de funcionar como si se les hubiese desenchufado; los motores de los aviones de turbohélice, a punto de despegar, se calaron inexplicablemente; no había fuerza motriz en ninguno de los camiones o jeeps de la base durante al menos cinco minutos...y las niveladoras que realizaban sus maniobras en la colina quedaron inoperables.

Los archivos nacionales del gobierno estadounidense (The National Archives – www.archives.org) también incluyen información de gran interés. Uno de los archivistas, Joe Gillette, encargado de procesar los expedientes, ha encontrado el “Cuaderno de bitácora de la 23er división de infanteria, Mando de Defensa de Chu Lai” con fecha del 6 de enero de 1969. Este mando de defensa estaba encargado del sector Chu Lai de la costa vietnamita, al sur de la gran base naval de Da Nang, consistiendo en su mayor parte de puestos de observación encargados de avisar sobre cualquier anomalía. Según la bitácora, el siguiente informe provino de la Torre 72 a las 0152 horas de aquel día hace 42 años: “...objeto penetrando la zona a 700 metros frente a la torre, AZ 310 grados. Objeto entró lentamente sobre el ASP y aterrizó. Objeto emite luz resplandeciente al desplazarse, midiendo entre 15-20 pies de un lado al otro. Su figura es la de un gran huevo. La torre de control informa que los radares no captaron nada. El objeto parece carecer de sonido al desplazarse”.


¿Un globo sonda o artefacto de espionaje norvietamita? Hasta donde tenemos entendido, los drones no existían en aquel entonces, o su uso estaba circunscrito a la alta atmósfera. No obstante, el alto mando tenía conocimiento de las “cosas raras” que sucedían sobre los cielos de Vietnam, como lo atestigua esta declaración realizada el 16 de octubre de 1973 en una rueda de prensa por el general George S. Brown, jefe del estado mayor de la USAF en Saigón, : “No sé si ya se ha contado esta historia. Pero no se llamaban ovnis, sino helicópteros enemigos. Sólo se les veía de noche, y en ciertos lugares exclusivamente. Aparecían cerca de la zona desmilitarizada a comienzos de 1968, y esto resultó en una batallita bastante impresionante. Durante el transcurso de esto, un destructor australiano recibió un impacto, y nunca descubrimos al enemigo. Siempre sin enemigos, pero nosotros éramos los que reaccionamos, siempre después del anochecer. Lo mismo sucedió en Pleiku, en el altiplano, en 1969”.

El detalle del “impacto contra el destructor australiano” nos hace recordar que el conflicto de Vietnam también tuvo un componente naval significativo: después de todo, la intervención estadounidense utilizó como pretexto el incidente del Golfo de Tonkín – una batalla naval entre torpederos de la República de Vietnam del Norte y los destructores estadounidenses USS Maddox y USS Turner Joy.

Norman Burns, marinero a bordo del USS Kilauea en aguas vietnamitas poco antes del fin oficial del conflicto (1974), tuvo una experiencia singular. Platicando con sus compañeros en el castillete de proa del Kilauea, viendo como otro buque de guerra – el USS Mason – revolvía las aguas con sus hélices, dejando estelas de algas fosforescentes, Burns llegó a ver una luz brillante de color amarillo tirando a anaranjado salir del agua a estribor. El objeto fulgurante voló sobre el destructor, zambulléndose en el agua de nuevo. Los marineros se miraron entre sí, maravillados, y cotejaron su experiencia con los vigías del puente. Nunca se realizó una pesquisa oficial sobre el asunto y el tema cayó en el olvido.

Los ovnis del desierto

El desierto del norte de Irak tampoco estuvo libre de manifestaciones extrañas durante las postrimerías de la primera Guerra del Golfo (1990-91), cuando una coalición internacional se unió para expulsar a Saddam Hussein del emirato de Kuwait.

El paracaidista Jim Miller envió un escrito a la página web Rense.com sobre sus experiencias con lo desconocido como parte de la operación “Provide Comfort” en abril de 1991. Acantonados en la aldea de Zakhu, las tropas estadounidenses dormían en la intemperie para obtener un poco de alivio contra el calor que imperaba aún bajo la luna y las estrellas que dominaban el firmamento de aquellas tierras. Miller y sus compañeros llegaron a ver lo que tomaron por un satélite hasta que el objeto comenzó a ejecutar una serie de maniobras totalmente imposibles. Algunos de los espectadores descartaron la posibilidad de que se tratara de un ovni, prefiriendo pensar que se trataba de “algo creado por los chicos de la división de investigación y desarrollo” (R&D, por sus siglas en inglés).

Para el 2003, los medios se hicieron eco de objetos extraños sobre la ciudad kurda de Kirkuk, en el norte de Irak. Reporteros de la BBC News llegaron a grabar un objeto triangular desplazándose en la oscuridad, aunque coincidiendo con el comienzo de la invasión de dicho país, pudo haberse tratado de algún ingenio espía. Un extraño “objeto espiral” fue grabado por una cámara de la FOX News el 3 de abril del 2003 en Bagdad, varias horas después de un gran apagón general. La web Live Leak ofrece una foto fija de dicha anomalía: http://tinyurl.com/69jqe8.

Otro soldado que también rompió su silencio sobre sus experiencias en Irak lo fue “William C.”, quien publicó su narración en la web UFOCASEBOOK del investigador Billy Booth. William C. afirma haber participado en la Guerra del Golfo en 1991, haciendo de centinela en medio del desierto a cincuenta millas de las riberas del Eúfrates. Temiendo una emboscada, los soldados habían formado un perímetro bastante cerrado en torno a sus carros blindados y camiones. El cielo estaba despejado y el silencio era absoluto. Una bola de luz verdusca cruzó el cielo nocturno, dirigiéndose hacia el horizonte, pero despareciendo súbitamente tras una aceleración prodigiosa. “Era tan rápida que no nos dio tiempo a parpadear. Tan pronto como llegó al horizonte, aproximadamente una milla, todo se iluminó con una luz verde, como si cien automóviles hubiesen encendido sus faros repentinamente. Y luego se esfumó”. (http://www.ufocasebook.com/americansoldier).

Conclusiones

Objetos de procedencia desconocida han manifestado un interés por los conflictos humanos desde la antigüedad, e investigadores nos vienen recordando – desde la década de los ’60 – los “escudos voladores” que sobrevolaron las tropas de Alejandro Magno durante su invasión de la India, la “cruz flamígera” de Constantino y muchos otros prodigios que en cierto modo causaron pavor a un bando de combatientes, a la vez que infundían ánimo al otro, con desenlaces que cambiaron la historia de la humanidad.

Los casos presentados aquí no tuvieron semejante trascendencia histórica, pero nos permiten ver que fuerzas ajenas a nuestra civilización están interesadas en nuestros encuentros bélicos, ya sea porque no pueden entender la forma cruda y brutal en que resolvemos nuestras diferencias, o porque se deleitan en dichas manifestaciones de violencia desenfrenada – teorías que han tenido partidarios desde hace décadas gracias a los escritos de una variedad de autores.